lunes, octubre 23, 2006

El Leñador de Hojalata

Así pues, mientras iban caminando por el bosque, el Leñador de Hojalata relató lo siguiente:

- Nací como hijo de un leñador que cortaba árboles en el bosque vendía la madera para vivir. Cuando crecí me convertí también en leñador, y después de morir mi padre, cuidé de mi anciana madre hasta la muerte. Luego decidí que en vez de morir sólo me casaría, así no me convertiría en un solitario.

Había una muchacha Munchkin que era tan hermosa, que pronto llegué a amarla con todo mi corazón. Ella, por su parte, prometió casarse conmigo tan pronto como yo pudiera ganar lo suficiente como para construir una casa mejor para ella. Así pues, me puse a trabajar con más ahínco que nunca. Pero la muchacha vivía con una vieja que no quería que se casase, porque era tan holgazana que quería que la muchacha se quedase con ella y le cocinara y le hiciera las faenas domésticas. De modo que la vieja fue donde la Malvada Bruja del Este, y le prometió dos ovejas y una vaca si impedía mi matrimonio. Como consecuencia la Malvada Bruja encantó mi hacha, y cuando yo estaba un día cortanto a más y mejor, pues estaba ansioso por conseguir lo antes posible la nueva casa y mi esposa, el hacha resbaló de repente y me cortó la pierna izquierda.

Esto pareció en principio una gran desgracia, pues yo sabía que un cojo no podía arreglarselas bien como leñador. De modo que fui al hojalatero e hice que me fabricara una nueva pierna de hojalata. La pierna funcionó muy bien, una vez que me acostumbré a ella; pero mi acción irritó a la Malvada Bruja del Este, porque ella había prometido a la vieja que yo no me casaría con la bonita muchacha Munchkin. Cuando empecé a talar de nuevo, mi hacha resbaló y cortó mi pierna derecha. Nuevamente fui al hojalatero, y otra vez me hizo una pierna de hojalata. Después el hacha encantada cortó mis brazos, uno tras otro; pero, impertérrito, los hice reemplazar por otros de hojalata. La Malvada Bruja hizo entonces que el hacha resbalara y me cortase la cabeza, y primero pensé que mi fin había llegado. Pero ocurrió que pasaba por allí el hojalatero, y me hizo una nueva cabeza de hojalata.

Pensé que había vencido a la Malvada Bruja entonces, y trabajé más arduamente que nunca; pero no sabía yo cuán cruel era mi enemiga. Ideo ella una nueva manera de matar mi amor por la hermosa doncella Munchkin, e hizo resbalar nuevamente mi hacha, de modo que traspasó mi cuerpo, partiéndome en dos mitades. Una vez más vino en mi ayuda el hojalatero y me hizo un cuerpo de hojalata, fijando en él brazos, piernas y cabeza de hojalata, mediante articulaciones, de modo que podía moverme con tanta soltura como antes. Pero, ¡ay!, ya no tenía corazón, de modo que perdí todo mi amor por la muchacha Munchkin, y no me importaba casarme o no con ella. Supongo que aún sigue viviendo con la vieja, esperando que yo vaya a buscarla.

Mi cuerpo brillaba de tal manera al sol, que me sentía orgulloso de él y ya no me importaba si resbalaba mi hacha, pues no podía cortarme. Había sólo un peligro: que se oxidaran mis articulaciones; pero guardaba una aceitera en mi cabaña, y tenía la precaución de engrasarme siempre que lo necesitaba. Sin embargo, un día olvidé hacerlo, y me pilló un fuerte aguacero; antes de que pensara en el peligro, mis junturas se había oxidado, y quedé detenido en el bosque hasta que llegasteis a auxiliarme. Fue terrible soportar aquello, pero durante el año que permanecí de pie allí tuve tiempo para pensar que la mayor pérdida que había sufrido era la pérdida de mi corazón. Mientras estuve enamorado era el hombre más dichoso de la tierra; pero nadie que carezca de corazón puede amar, de manera que estoy resuelto a pedirle a Oz que me dé uno. Si lo hace, volveré donde la doncella Munchkin y me casaré con ella.

Dorothy y el Espantapájaros habían escuchado con gran interés las historia del Leñador de Hojalata, y ahora sabían por qué estaba tan empeñado en conseguir un nuevo corazón.

¿Y tú qué le pedirías al Mago de Oz?

domingo, octubre 15, 2006



"Hizo una pausa y se me quedó mirando.
- Señor McCourt, a usted no le caía bien, ¿verdad?
- ¿Qué no me caías bien, Bob? ¿Estás de broma? Era una alegría tenerte en mi clase. Jonathan decía que ahuyentabas la tristeza.

Díselo McCourt, dile la verdad. Cuéntale cómo te alegraba los días, cómo hablabas de él a tus amigos, lo original que era, cómo admirabas su estilo, su buen humor, su sinceridad, su valor, cómo habrías vendido el alma a cambio de tener un hijo como él. Y dile lo hermoso que era y que es en todos los sentidos, cuánto lo querías entonces y cuánto lo quieres ahora. Díselo.
Se lo dije, y se quedó sin habla, y a mí me importaba la maldición gitana lo que pensara la gente que pasaba por Lower Broadway cuando nos vieran fundidos en un largo abrazo, el profesor de secundaria y al grandullón judío afiliado a los Futuros Granjeros de América."

(El profesor ; Frank McCourt)